Narrador monólogo interior
Virginia Woolf, Londres -1882- Sussex 1941 |
El monólogo interior es en sí el propio pensamiento, es el fluir de la consciencia del protagonista principal. Es el hablar consigo mismo lo que convierte una narración en un monólogo interior de preguntas, dudas, afirmaciones, sentimientos, etc, etc. Así que monólogo interior = Yo interior.
Un claro ejemplo es el de la escritora Virginia Woolf. Donde la escritora utiliza la técnica literaria para describir el mundo interior de la consciencia de sus protagonistas, sus pensamientos no están controlados por el autor, divagan, se colapsan, se llenan de temores, revelando la intimidad del personaje y dando la sensación al lector de conocer los pensamientos en vez de estar leyendo su explicación.
Ejemplo de "La señora Dalloway" de Virgina Woolf:
..."Año tras año llevaba ese impermeable; sudando; nunca pasaban más de cinco minutos sin que te hiciera sentir su superioridad, tu inferioridad; lo pobre que era, lo rico que eras, lo mal que vivía en su miserable barriada, sin un cojín, ni una cama, ni una alfombra, ni cosa parecida, carcomida su alma con esa aflicción que llevaba clavada, la echaron del colegio durante la guerra -¡pobre, amarga y desgraciada! Porque no era ella lo que uno odiaba, sino la idea de ella, que sin duda englobaba cosas que le eran ajenas a la señorita Kilman; se había convertido en uno de esos espectros contra los que uno lucha por la noche; uno de esos espectros que se yerguen ante nosotros y nos chupan la sangre de media vida, dominadores y tiranos; pues sin duda, con otro lance de la fortuna, si los negros hubiesen tenido la supremacía y no los blancos, ¡hubiera querido a la señorita Kilman! Pero no en esta vida. No. Le molestaba, sin embargo, llevar a este monstruo brutal revolviéndose en su interior. Oír el crujido de las ramas y sentir los cascos machacando el suelo de aquel bosque cubierto de hojarasca, el alma; no estar ya nunca satisfecha, ni completamente segura, porque en cualquier momento podía revolverse la bestia, ese odio que, sobre todo desde su enfermedad, tenía el poder de darle la sensación de que la arañaban, de que le dañaban el espinazo; le causaba dolor físico y conseguía que el placer en la belleza, en la amistad, en estar a gusto, en ser amada y en hacer de su casa algo encantador, temblara, se derrumbara y doblara ¡como si verdaderamente hubiese un monstruo escarbando en las raíces! ¡Como si toda la armadura de contento no fuese más que egolatría! ¡Este odio! ¡Bobadas! ¡Bobadas!, gritaba para sus adentros, mientras empujaba el batiente de la puerta de Mulberry, la floristería. Entró, ligera, alta, muy erguida, y fue saludada al momento por la señorita Pym, con su cara de perro y las manos siempre rojas, como si las hubiese metido con las flores en agua fría. Había flores: espuelas de caballero, flores de guisante, ramos de lilas; y claveles, montones de claveles. Había rosas; había lirios. Sí -respiraba el dulce olor a tierra del jardín, mientras hablaba con la señorita Pym que le debía favores y que pensaba que era buena, porque había sido buena con ella hace años; muy buena, pero estaba más vieja, este año, moviendo la cabeza de un lado a otro entre lirios y rosas y metiendo la cara con los ojos cerrados en las matas de lilas para respirar, tras el tumulto de la calle, el
olor delicioso, la frescura exquisita. Y luego, al abrir los ojos, qué frescas estaban las
rosas, como sábanas de encaje recién planchadas en su bandeja de mimbre; y qué
oscuros y serios los claveles, con las cabezas bien tiesas; y todas las flores de guisante
abiertas en sus maceteros, con su tinte violeta, blanco como la nieve, pálido -como si
fuera al atardecer, cuando las jóvenes, con sus trajes de muselina, salen a coger rosas y
flores de guisante, cuando el espléndido día de verano, con su cielo azul, casi azabache,
y claveles, calas y espuelas de caballero ya ha terminado; y era ese momento, entre las
seis y las siete, cuando todas las flores -rosas, claveles, lirios, lilas- brillan; cada una de
las flores parecen una llama que arde por su cuenta, suave y pura, en los arriates
brumosos; y ¡cómo le gustaban las polilla blancogrís que en remolinos rondaban los heliótropos,
las prímulas de la noche!"...
- Se utilizan oraciones largas describiendo pensamientos del protagonista.
- Se pronuncian el flujo de ideas, frases rotas, cambios súbitos de pensamientos, repeticiones de ideas, interrupciones, observaciones y suposiciones, etc.
- Es la narración en sí del fluir surrealista de la consciencia.
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